EL TIBURÓN DESDENTADO

Por: @jhonnylozano


Cuando Edgar Perea saltaba a la mitad de la cancha, con el Metropolitano amontonando gente en sus tribunas, era bien sabido lo que iba a ocurrir. El locutor, ébano puro, henchido de juniorismo azuzaba a los asistentes con el famoso coro celestial: “Hijuep**” gritaban los furiosos costeños a los rivales mientras estos intentaban calentar. De esa forma, el visitante de turno sabía que ganar en el Metropolitano era una diligencia poco probable.

Lejos de los carnavalescos episodios del mítico Edgar, el Tolima paseó su oficio, su paciencia y su eficiencia para darle un golpe durísimo a un rival directo en la disputa por la clasificación a la final de la Liga II de 2019. Con personalidad, el Vinotinto no demeritó sus virtudes y salió a buscar el arco de Viera. Sebastián resolvió con suficiencia los mano a mano que el persistente Ramos le planteó, pero fue víctima de su mala decisión cuando al minuto 10 facilitó el trabajo de Plata que de vaselina rápida puso el merecido 1-0 para el Tolima.

Junior se iba a venir encima, lo sabíamos todos. Así fue. Teo empezó a danzar entre líneas. Piedrahita y Fuentes se instalaron amenazantes en ataque. Cantillo empezó a encontrar receptores para sus paredes y el área de Cuesta se llenó de incertidumbre. Moya (de estupenda tarea) y Quiñones (anduvo bien pese a la imprudencia del penal) intentaron cerrar los espacios que se hacían cada vez más grande a espaldas de Larry y el laborioso Manzano, figura de la cancha por su precisión y enjundia.

Movido por su actitud localista, el árbitro se dejó impresionar por Sebastián Hernández en una jugada de contacto natural. “El rumba” Narváez con pragmatismo puso el empate y, con el bailecito de siempre, pregonaba a un Junior que iba a buscar el segundo gol con más ahínco. La Gameroneta no es vistosa, ni espectacular en su fútbol; pero es paciente, tiene un plan y se aferra a él. Al equipo de Ibagué le podrán criticar todo, menos su oficio y esa maestría que tiene para no entregarse al desespero cuando la adversidad se planta de frente.

El segundo tiempo mostró a un Junior más regulado. Algunas imprecisiones en las entregas, fallos en la definición (ver a Sebastián Hernández poniéndola en el travesaño en el amanecer del segundo tiempo o a la culebra Cetre ignorando la llegada de Teo por el segundo palo en una contra) sumado a la inexplicable decisión de Comesaña de cambiar a Hernández por el recordado Yohandry mermaron a un Junior que empezó a sucumbir al anestesiante oficio del Tolima.

Los errores de Comesaña los capitalizó un audaz Gamero. Plata desgastado le dio el lugar a un Albornoz que impuso su única virtud: la velocidad, al servicio de un desborde que Nieto, que había ingresado por Campaz, tocó de derecha para  batir a Viera. 1-2 y el Metropolitano estaba lejos de ser la temida caldera que Edgar Perea construía. La reacción de Junior fue estéril. Comesaña había desconfigurado la máquina y el Tolima, irónicamente vistiéndose de Tiburón, olfateó la sangre y devoró su adormecida presa en una presión de Larry Vásquez que terminó en deliciosa definición del mejor jugador del plantel: Álex Stick Castro Giraldo, un extremo que pronto tendrá varios sellos en su pasaporte.

Tres puntos en una tarde inolvidable. Imposible arrancar mejor el cuadrangular. El tiburón vio cómo el Tolima con paciencia lo dejó desdentado y en el fondo de la tabla. El miércoles, contra el rival más duro del grupo, hay que ganar como sea.


Foto: Carlos Capella/El Tiempo/Más+Deportes.

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