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El Álgebra de Gamero

El Deportes Tolima es para el Atlético Nacional lo que el Álgebra de Baldor era para nosotros en la adolescencia. Ver el turbante del árabe: Al-Juarismi -a quien por años confundimos con Baldor- era la bienvenida a una inagotable cantidad de ecuaciones, problemas y fórmulas que resultaban indescifrables para nosotros. En las páginas finales del ampuloso libro se hallaban las respuestas a todos los problemas que se planteaban en más de 300 hojas de artilugios numéricos. Por ahora, Atlético Nacional sigue sin encontrarle solución al “teorema” Gamero y vuelve a quedar eliminado en una casa que se acostumbró a ver al Tolima airoso.

Juan Carlos Osorio, víctima de su propio personaje, sorprendió al inicio con un Baldomero Perlaza de falso mediapunta. El morocho encontró espacios, gestionó su espigada naturaleza e inquietó a las espaldas del inadvertido Manzano. Rovira y Gómez (jugadorazos) se repartieron el rol de armar juego con el respaldo de un Bocanegra que venía en formato rueda de auxilio desde la primera línea. Los minutos iniciales fueron verdes. Tolima se veía cansado, maniatado e impreciso. La diferencia en el juego se materializó vía error de Moya en la salida. Jose David rechazó mal y el triunvirato Baldomero – Barcos – Indio hizo el trámite con holgura ante el desespero de Cuesta por achicar: 1-0 y el horizonte hacía pensar lo peor.

Para el Tolima el partido era sinónimo de pesadilla. Los extremos perdían los duelos y los volantes estaban a kilómetros de poder juntarse para preocupar a Cuadrado. El profe Gamero no quiso esperar al entretiempo para recomponer el mezquino planteo del arranque. A la cancha un Campaz que entendió pronto cómo jugar el partido y empezó a encontrar los espacios que el mediocampo de Nacional cedía. Par insinuaciones antes del cierre del primer tiempo hicieron pensar que la mejoría podría llegar en la segunda parte.

En efecto, la “matemática” del juego parecía mostrarle una mejor cara al equipo de Ibagué en los segundos 45. Nacional no inquietaba a Cuesta, Castro empezaba a imponerse en los duelos con Helibelton y Campaz ayudó en el renglón de la posesión. Plata, que sigue errando en las decisiones y en las ejecuciones, apenas cumplía con su rol táctico de marcar al lateral contrario. Lo de Ramos ya no requiere ningún análisis. Su intrascendencia se volvió costumbre y los narradores solo lo nombran cuando despega algún balón de pelota parada en el área propia.

Albornoz ingresó, esta vez por el pálido Ramos. Mientras tanto, Osorio, que en rueda de prensa se quejó de su corta nómina, activaba los protocolos Jarlan y Cepellini (dos tipos que serían titulares en cualquier equipo, pobre Juan Carlos) Pese a la abismal diferencia de calidad entre los cambios, fue Omar el que tuvo efecto en el marcador. Corrida de Campaz por izquierda, centro rastrero, Plata desvía y Albornoz a los empellones vulnera a Cuadrado. 1-1 y la ecuación del profe samario tomó forma en el resultado.

Nacional instaló el juego en el área de Cuesta más con angustia que con concepto. La figura de Quiñones se agigantó más allá de los 1,96 que mide. Julián sacó todo por arriba y volvió a dar esa sensación de mariscal que extrañamos vs Cúcuta. Carlos Betancourt, de aceptable trabajo, acabó el pleito y la nómina más costosa del país viajará al General Santander a jugar un partido irrelevante. Tolima volvió a dejar a Osorio sin respuestas, a Nacional sin chances y a su hinchada inyectada en rabia y desconsuelo. Si siguen usando la frase “me voy a llorar a mis dos Libertadores” van a terminar oxidando las copas, de tantas lágrimas que han tenido el sello de Alberto Miguel Gamero.

El miércoles viene un Junior que con el empate clasifica. Nos visitará el mejor jugador de la Liga, el señor Teófilo Antonio Gutiérrez Roncancio. Ellos vienen rematando con más aire el torneo y su nómina es más generosa que la nuestra, pero nuevamente, el profe Gamero tendrá una chance de hacer historia con un equipo al que ha dotado de jerarquía y carácter. A recuperar las piernas y el aire porque se vienen noventa minutos que serán sinónimo de hipertensión para los hinchas y de gloria o amargura para los jugadores. Ojalá nuestro Baldor halle la fórmula para descifrar el acertijo Comesaña.

Ñapa: Los cuadrangulares se tienen que acabar. Basta de este formato horrible que se usa solo por el apetito mercachifle de llenar la pantalla de partidos. Esta definición es larga, extenuante y genera situaciones tan ridículas e intrascendentes como el partido que tendrán que jugar Nacional y Cúcuta ya eliminados. ¡Qué vuelvan los playoff!.

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